Todo lo que Enzo Vogrincic y Jacob Elordi tienen en común: desgranamos el mensaje que hay detrás de esta nueva masculinidad (2024)

Seguro que a estas alturas todos conocéis a Enzo Vogrincic. Quizá aún no le pongáis nombre, pero es casi imposible que no le pongáis cara: hablamos del uruguayo cañón que ha interpretado a uno de los personajes principales de La sociedad de la nieve, la película sobre el accidente de los Andes. Le entrevistaron hace pocos días en La Pija y la Quinqui y alguien comentó que era el Jacob Elordi latino, comparación que en Vogue nos pareció muy pertinente. En este momento, son los dos mayores suscitadores de furor entre la masa, y juraría que comparten cierta energía. ¿Qué energía es esa? Una un poco chill, propia de quien siempre ha ostentado el privilegio de ser indiscutiblemente guapo; ambos son herederos de la vieja masculinidad, bellosde la manera más convencional posible, pero —uno a golpe de bolsos (Jacob) y otro a golpe de selfies contra el espejo (Enzo)—, los dos juguetean también en la orilla de la nueva. Analicemos las claves que configuran este boom.

Enzo Vogrincic en la gala de los Bafta celebrada el pasado domingo.John Phillips/Getty Images

Jacob Elordi en la Met Gala de 2022.Jamie McCarthy/Getty Images

No se puede obviar que, además del suyo propio, Enzo carga sobre sí con el atractivo ya no solo de su personaje en la película, sino del conjunto de los personajes. La sociedad de la nieve narra la historia real de un grupo de jóvenes, la mayoría deportistas, que tuvieron que enfrentarse a condiciones durísimas y que, para salir del infierno, se vieron obligados a convertirse en superhéroes. La obsesión que ha despertado entronca con la sospecha de que nosotros, debilitados por unos hábitos asociados a las tecnologías y plataformas de consumo, seríamos incapaces de soportar un diez por ciento de lo que soportaron ellos. A ese anhelo general por una suficiencia que percibimos atrofiada, a esa nostalgia por los humanos que estamos llamados a ser y no somos, se añade la dimensión relativa al deseo. Se da la circunstancia de que los supervivientes de los Andes eran hombres (podrían haber sido mujeres), así que esta película es también, involuntariamente, una oda al hombre que resuelve. Al hombre que soluciona. Al hombre con mayúsculas.

La opinión internetera es pendular: lo que valuego viene, lo que viene luego va; la frivolidad deriva en seriedad que deriva en frivolidad. Tras años de compromiso político e hilos sobre feminismo y teoría queer, el tono que impera ahora es —de nuevo— ligero, ácido, irónico. En este contexto de restituida permisividad, de menor censura, surge de pronto entre chicas guais, apetecibles, un discurso (a mi juicio terrorífico) que reclama retornar a valores tradicionales. BB Trickz, rapera barcelonesa jovencísima y pibón (ergo en una posición al alza en la jerarquía del molar) declaraba lo siguiente: “yo siento que los hombres cada vez son menos hombres, son más mujeres. Yo quiero un hombre que vaya a la guerra; que sea supermasculino”. Soltaba estas palabras, profundamente esencialistas, delante de una entrevistadora trans, y lo hacía sin ninguna reticencia o pudor, entre risas. Todo es broma. O medio broma. ¿Es broma? No se sabe. Los supervivientes de los Andes son esos hombres que fueron a la guerra, supermasculinos. Lo quiera él o no, el público proyecta ahora sobre Enzo las cualidades que atribuye a esos chavales que comieron cuerpos muertos, aguantaron temperaturas extremas, curaron piernas rotas, arreglaron complejos aparatos, escalaron montañas y se salvaron.

Supongo que esa convergencia entre rol e identidad real es inevitable cuando miramos a un actor. Es probable que parte del atractivo de Jacob Elordi también radique en los papeles que ha encarnado, siendo los más notables Nate en Euphoria y Félix en Saltburn. Con Nate, Elordi da vida a un adolescente cuya principal característica es el mal trato que reserva a las mujeres. Obsesivo, cruel, intermitente, tóxico, violento, sexual, patológico…La serie, no obstante, deja claro que resulta irresistible, como irresistible resulta también Félix, el joven aristócrata al que interpreta en Saltburn. Félix es el objeto de devoción, el eje en torno al cual gira el mundo, el semidiós del que la directora nos obliga a enamorarnos. Fuera de la pantalla parece un tipo bastante relajado, australiano de origen vasco que lee, se lleva estupendamente con sus padres y responde a periodistas con educación. Sin esos papeles, Elordi seguiría siendo un bombón, pero esos papeles sirven de contrapunto y suscitan una tensión, tocando teclas de naturaleza oscura en nuestros mapas eróticos.

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